Preludios de la Dragonlance I, libro 3: Los hermanos Majere
Cerramos la primera trilogía de Preludios de la Dragonlance con Los hermanos Majere, una novela de Kevin Stein en la que, como reza el título de la misma, los hermanos Majere, Raistlin y Caramon, son los protagonistas. La novela, sin embargo, adolece de algunos problemas que, a mi juicio, hacen que sea uno de los peores títulos independientes de las novelas previas a la Guerra de la Lanza.
En primer lugar, el autor, Kevin Stein, muestra una mayor inexperiencia que algunos de sus compañeros, lo que se refleja en una narrativa más torpe y lenta que se convierte en un inconveniente para la lectura de una novela de casi cuatrocientas páginas. Por otra parte, ofrece al lector una historia en la que pretende jugar con misterios y enigmas que, Raistlin mediante, deberán resolverse para comprender lo que sucede. Sin embargo, lo hace de forma tan farragosa y confusa que el lector no puede evitar sentirse como Caramon, perdido en una sucesión de acontecimientos que no puede entender (entre otras cosas porque el autor no da todas las piezas al lector) y en un lento avance a través de sucesos en extremo fantasiosos. Esta tendencia, la de elevar la historia a nuevas cotas de fantasía, no sería de por sí un demérito para la novela si no fuese porque nos llega después de El guardián de Lunitari y de El país de los kenders, dos novelas que también juegan con un nivel de fantasía que en ocasiones roza el absurdo, pero cuyos autores lo hacen mejor y de forma más creíble que Kevin Stein. Estamos, en general, ante una novela prescindible y aburrida, lo que no deja de tener cierto mérito, pues aburrir al lector resulta cosa harto difícil cuando se tiene a Raistlin Majere como protagonista.
Pero no todo va a ser malo. Una de las principales virtudes que posee Los hermanos Majere es que hace gala de una continuidad que no todos los autores de las novelas independientes de la Dragonlance se molestan en ofrecer. En este caso, Stein ofrece al inicio de la novela algunos indicios sobre dónde se situaría cronológicamente la novela, y lo hace de forma detallada, hablando no solo de acontecimientos bien conocidos para el lector, sino también de otras novelas e incluso de algunos relatos protagonizados por los hermanos Majere, creando así una línea cronológica para los mellizos, e incluso rescatando al kender Earwig Fuerzacerrojos, quien ya acompañó a Caramon y Raistlin en otra aventura por petición de su primo Tas (sí, ese Tas), a quien al parecer le preocupaba que sus amigos se metiesen en líos al no estar él con ellos para cuidarlos.
Sobre la historia que se narra en la novela, no puedo decir muchas cosas buenas. La aventura, confusa y llena de elementos inexplicables que ofrece el autor (entre ellos un semidiós llamado Señor de los Gatos, que no se sabe bien de dónde sale ni quién es), llevará a los mellizos (y al kender) a tratar de frustrar los planes de la Reina de la Oscuridad, quien pretende utilizar un portal para volver al mundo de los mortales. Si esto os suena, probablemente sea porque es lo mismo que sucede, entre otras ocasiones, en las mismísimas Crónicas de la Dragonlance e incluso en El país de los kenders, la novela que precede a esta en la primera trilogía de Preludios. Pero lo peor no es que ya nos hayan contado esa historia; lo peor es que nos la han contado mejor. Incluso en el libro previo, cuando los planes de la terrible diosa fueron frustrados por un puñado de kenders que no sabían ni lo que estaba pasando. Ese es el nivel de Los hermanos Majere, una novela que tenía los ingredientes para ofrecer una buena historia, pero no supo aprovecharlos.
Joaquín
Sanjuán