Preludios de la Dragonlance I, libro 1: El guardián de Lunitari
Abrimos la serie Preludios de la Dragonlance, dividida en dos trilogías, con El Guardián de Lunitari, una novela escrita de forma conjunta por Tonya R. Carter y Paul B. Thompson. Resulta interesante y emotivo ver que la novela abre con la despedida de los Compañeros, cuando se dispersan por todo Krynn para investigar qué está sucediendo en el mundo, más agitado de lo habitual, y con la promesa de volver a reunirse cinco años más tarde, reunión que será el inicio de las Crónicas de la Dragonlance. La escena, memorable y todo un clásico inolvidable dentro del extenso mundo de la Dragonlance reúne a todos los viejos amigos, aunque, acto seguido, es con dos de ellos con quienes nos quedamos: Kitiara Uth Mathar y Sturm Brigthblade, quienes, dado que al parecer se dirigen en la misma dirección, deciden que viajarán juntos durante un tiempo.
El Guardián de Lunitari es una novela que se sale de lo convencional, incluso dentro de la Dragonlance. Esto se debe a que, durante su viaje, los dos amigos se encuentran con un extraño navío dirigido por un puñado de gnomos, y deciden viajar con ellos, dado que ahorrarán mucho tiempo de viaje.
Con lo que no contaban es con que se trata de un navío volador (cosas de gnomos, no preguntéis). Sin embargo, eso no es lo más desconcertante de todo, como Kitiara y Sturm comprenderán cuando, de forma inexplicable (seguro que Fizban tuvo algo que ver con todo el embrollo), el navío abandona Krynn y vuela… ¡directamente hasta Lunitari, la luna roja que representa la neutralidad! Tras un accidentado alunizaje, los dos amigos, junto a la horda de divertidos gnomos que les acompañan, se verán envueltos en una serie de aventuras, a cuál más excéntrica y disparatada, durante las que conocerán un pueblo de árboles humanoides, un rey flotante, hormigas gigantes hechas de mineral y hasta un dragón, entre otras cosas. Y, naturalmente, los gnomos no dejarán de hacer… cosas de gnomos. Todo ello da forma a una novela que resulta ser un absoluto despropósito repleto de ingenio y humor, y que hará que en más de una ocasión el perplejo lector se pregunte si todo eso no será un sueño absurdo de alguno de los dos protagonistas, quizás después de haber comido demasiados platos de las patatas picantes de Otik…
Esta novela tiene un interés añadido para aquellos lectores que conozcan bien el mundo de la Dragonlance, pues fue precisamente durante el tiempo que viajaron juntos cuando Kitiara se quedó embarazada de su compañero Sturm, con quien tendría un hijo: Steel Brightblade, destinado a convertirse en un personaje de gran importancia en la Dragonlance. Esto por no hablar del trágico final del propio Sturm Brightblade, quien, durante las Crónicas de la Dragonlance, muere en combate contra la propia Kitiara, convertida en una Señora del Dragón al servicio de la Reina de la Oscuridad. Los autores juegan bien con estos sucesos, pues a lo largo de la novela dejar caer no pocas pinceladas en las que se puede ver cierta evidente atracción entre ambos personajes. Pero no es solo eso, sino que en diversas ocasiones ambos entran en conflicto precisamente por la misma diferencia de ideales que provocará la futura muerte de Sturm, conflictos estos que muestran a un Sturm en extremo aferrado a sus códigos de honor e integridad, y a una Kitiara que manifiesta abiertamente su interés por ostentar el poder, deseo que le llevará a convertirse en Señora del Dragón, a matar a su compañero de juventud… y que la abocará al trágico final que sufre el personaje a manos del caballero espectral Soth.
Todos estos elementos, muy bien desarrollados, suponen un aliciente extra para el lector. ¿Y os he dicho ya que hay gnomos y dragones? ¿Y que viajan a la luna? ¡Es una locura de novela!
Joaquín Sanjuán