¡Medalla de plata en el I Concurso de Relato Warhammer Fantasy de Custodios de Morr!

26.01.2022

¡Empezamos el año a tope! 

El I Concurso de Relatos Cortos Warhammer Fantasy de Custodios de Morr, convocado en octubre del pasado año, ha publicado finalmente sus resultados. Y, para mi alegría, ¡he quedado el segundo clasificado entre los más de treinta relatos presentados! Pero es que, además, ¡el primer puesto no podía haber estado más reñido! ¡La diferencia era tan justa que no cabía ni el pelo de la barba de un enano! 


Quiero aprovechar para agradecer desde aquí a los chicos de Custodios de Morr su iniciativa, pues siempre es grato encontrarse con esta clase de concursos. También a los participantes y al jurado que lo han hecho posible, y, por supuesto, quiero felicitar al flamante ganador del mismo, Pablo Correas. Podréis encontrar un archivo descargable con su relato al final de esta entrada, ¡justo debajo de mi propio relato! Eso sí, una advertencia: los textos están ambientados en el mundo de fantasía de Warhammer Fantasy, por lo que es probable que los relatos pierdan parte de su atractivo para aquellos que no conozcan este mundo, principalmente porque algunas cosas podrán no entenderse. ¡Pero que eso no os impida disfrutarlos!
Sin más, os dejo con Los Cuatro. Espero que os guste. Yo, por mi parte, estoy deseando recibir mi premio, el tomo edición coleccionista de La Leyenda de Sigmar, libro de Warhammer Chronicles


LOS CUATRO

Más allá del tiempo y del espacio, más allá de los reinos de los mortales, se alza un lugar de caos y desolación; un lugar de locura y perdición; un lugar en el que seres absolutos de insondable poder juegan con la vida y con la muerte de los mortales con la misma indiferencia de quien se jugaría un puñado de pulgas de cobre en una partida de dados. El lugar, situado en el fin del mismo universo y también en su inicio, existe y no existe al mismo tiempo, al igual que está en todas partes y en ninguna. Los propios mortales, en nuestra insignificancia y más absoluta y orgullosa ignorancia, tendemos a olvidar su existencia, oculta bajo todo un universo de mitos y leyendas, de canciones e historias de taberna que muy pocos toman en serio, pues los que lo hacen son tachados de locos, de brujos o de herejes; a veces de todo ello al mismo tiempo.

Podría describir para vosotros, amigos míos, aquel lugar situado más allá del tiempo y del espacio, mas es altamente probable que mis palabras caigan en oídos sordos. Quizás pensaríais que tan solo os narro una historia, un mito o un cuento surgido de la convulsa y enferma mente de algún mortal desquiciado; quizás creerías que son invenciones mías, tal vez una fábula con la que pretendo entretener y, de paso, ganarme un puñado de monedas. O quizás, y en el peor de los posibles escenarios, creeríais mis palabras, y vuestra cordura se haría añicos, pues comprenderíais la oscura realidad: que no somos nada más que meras motas de polvo para Los Cuatro; juguetes que, cuando se rompen, son arrojados a un lado y olvidados sin más. Porque, no os confundáis, así son ellos: como niños crueles y sádicos para quienes los mortales no somos más que insectos a los que pisotear. Ah, pero dejad que adivine: os han hablado, amigos míos, de grandes entes benignos, de seres divinos que velan por nosotros y que nos protegen del mal, ¿no es así? ¡Sandeces todo ello! ¡Embustes, mentiras tejidas para evitar que, ante la devastadora realidad de nuestra nimia existencia, cunda el más absoluto caos!

Porque caos, amigos míos, es todo lo que hay.

¡Pero esperad, no os marchéis! Escuchad un poco más mis palabras, y, a cambio de vuestra generosidad, os hablaré de Los Cuatro, pues tal vez así comprenderéis mi turbación y la locura que me aflige sin remedio; quizás, amigos míos, comprendáis entonces que nada hay por lo que luchar porque nada importa, que tan solo somos un suspiro en un huracán. Escuchad con atención, os lo suplico, y no perdáis palabra, pues no sé si sería capaz de volver a pasar por esto. Ellos acechan, lo sé bien, y poco o nada les gustará que se sepa quienes son. ¡Me castigarán por mi osadía, sabedlo! Mas la verdad debe conocerse, amigos míos, así que conseguidme otra jarra de cerveza para que me beba mis miedos y encuentre en su fondo el valor necesario para hablaros de Los Cuatro.

El primero de ellos es un pájaro de brillantes colores, un ser de inteligencia infinita para el que la misma existencia no es más que un juego, tan solo un gran juego de estrategia en el que él es el jugador y nosotros meras figuritas de plomo que sacrificar en pos de un objetivo. Él vigila, observa y teje sus planes como una araña reina tejería sus telas, incontables hilos que alcanzan más allá de lo que nuestras mentes son capaces de comprender; telarañas que nos envuelven por completo sin que nos demos cuenta, y que dirigen nuestras vidas y nuestras muertes; telarañas que levantan y derriban reinos y emperadores con la misma facilidad con la que los niños levantan castillos de arena y las olas los derriban. Cambio y transformación son, irónicamente, la única constante para él, pues tiene la mutabilidad absoluta como dogma y la inteligencia y la astucia como afiladas armas. Nada hay que pueda oponerse a él, pues todo lo ve y todo lo prevé. Bravos héroes han dedicado sus vidas a combatirle, tan solo para, en su postrer aliento, descubrir que suyos, del Gran Transformador, eran los designios que los condujeron a emprender semejante cruzada. ¡Y todo porque el pájaro de brillantes colores e inteligencia infinita se aburría y deseaba algo de diversión! ¡Amigos míos, os lo advierto! Desechad de inmediato cualquier pensamiento relacionado con él, con el Gran Transformador, pues es capaz de escuchar los susurros de vuestras débiles mentes, y la suya es una atención que, creedme, no deseáis atraer.

El segundo de Los Cuatro es una cabra hermafrodita, un ser sin sexo definido, Príncipe de los Placeres y amo indiscutible de las más absolutas perversiones. ¡Todos hemos sido tus discípulos, amigos míos! ¿No me creéis? ¡Entonces escuchad y temed mis palabras, pues la verdad anida en ellas! Sois sus discípulos cuando os embriagáis de vino o licores, o cuando devoráis toda clase de manjares con gula, y, por supuesto, también cuando fornicáis arrastrados por la más desmedida de las pasiones. ¡Suyos son los placeres y las perversiones, y todos somos herejes practicantes de su religión, así lo queramos o no! Mas placer y dolor son lo mismo para él, sabedlo bien, y no hay nada de lo que no sea capaz si con ello puede obtener ni que sea un instante de nuevas sensaciones. ¡Esa y no otra es su razón de ser, el motivo de su misma existencia! Su mirada, un mero vistazo a las estrellas que anidan en sus ojos insondables, es capaz de arrastrarnos a la más absoluta locura, así como de producirnos el más elevado de los placeres, o bien de sumergir nuestra mente en alucinaciones que nos reducirían al estado de despojos babeantes que gimen de placer ante semejantes regalos. ¡Pues eso es lo que hace! Su perversión más absoluta no es otra que obsequiar a los mortales con aquello que más desean, con aquellos perversos anhelos que se ocultan en nuestros corazones. Ah, reís y murmuráis entre vosotros ante mis palabras, puedo veros y sentiros. ¿Eso es lo que pensáis? ¿Tan grato os resulta ese escenario que hacéis chanza con él? Pues decidme, ¿os seguirá siendo grato cuando os ahoguéis en alcohol hasta morir, o cuando vuestros vientres revienten de tanto comer, o cuando forniquéis hasta que exploten vuestros corazones? ¡Pues eso es lo que hará con vosotros el Príncipe de los Placeres!

Os hablaré ahora del tercero, del más repulsivo de Los Cuatro: ¡un gran gusano de podredumbre, el Padre Plaga, señor absoluto de la descomposición y de la putrefacción, responsable de todos aquellos males que han azotado a los mortales desde el principio de los tiempos y que aún lo harán hasta que nos alcance el más absoluto de los olvidos! Ah, puedo ver el malestar y la incomodidad que ha demudado vuestras antes jocosas expresiones en otras sombrías y temerosas. Lo comprendo, ¿cómo podría no hacerlo? Todos hemos perdido seres queridos a causa de diferentes enfermedades; todos hemos vivido dos devastadoras plagas en los últimos años y todos hemos visto los carros que pasaban casa por casa, recogiendo y cargando cadáveres como si de sacos se tratase. ¡El Padre Plaga nos ha marcado a todos en un momento u otro de nuestras insignificantes vidas, amigos míos! Puede que solo haya sido con una leve enfermedad temporal, o puede que con la trágica pérdida de un hijo, de una esposa o de un padre que sucumbió a pestes o fiebres. ¡Pero sabed que incluso ahora está aquí entre nosotros, oculto en cada tos, en cada estornudo y en cada flema! ¡Sabed que, hagáis lo que hagáis, el Padre Plaga os alcanzará antes o después, y entonces tan solo dependerá de él si vivís o si os sumís en la eterna y absoluta oscuridad!

Ah, estúpidos ignorantes, veo que habéis llamado a la guardia para poner fin a mi arenga. Me atraparán, claro que sí, y seré juzgado y condenado por hereje a causa de mis palabras. ¡Bien sabéis que me habéis sentenciado! Pero yo sé que, igual que hoy estáis aquí, ante mí, escuchando mis ofensivas aunque ciertas advertencias, mañana os reuniréis ante el cadalso para disfrutar del espectáculo de mi ejecución. ¡Clamaréis por sangre y vísceras! ¡Gritaréis con ira y rabia desmedida para que la mesa de tortura a la que estaré sujeto se torne roja con el líquido que corre por mis venas! ¡Aullaréis y aplaudiréis con gran entusiasmo cuando, tras horas de dolor, el verdugo cercene mi cabeza con su afilada hacha, y esta ruede por el suelo, ya sin vida y vacíos sus ojos de toda expresión! ¡Sabed, motas insignificantes y estúpidas, que cuando todo eso suceda estaréis honrando al último de Los Cuatro! ¡Él, el Señor de los Cráneos, os mirará, y sus carcajadas serán como truenos en un cielo tormentoso! ¡Porque suya es la furia y a su paso solo quedará un camino de huesos empapado en sangre! ¡La batalla es su templo y la ira es su regalo para nosotros los mortales; un regalo que, sabedlo, es inevitable portador de desgracias!

Me condenáis, no lo neguéis, y lo hacéis fustigados por vuestros propios temores, por aquellos miedos que no queréis escuchar, pues la ignorancia os permite seguir adelante día a día. Pero sabed que, por más que acalléis mis palabras e incluso mi voz, no cambiará nada para vosotros. Los Cuatro os observan, y vuestras vidas y vuestras muertes a ellos pertenecen.

Estamos todos condenados, pues solo existe caos.  


Os dejo a continuación el archivo descargable con el relato ganador. ¡Disfrutadlo!