Crónicas Perdidas de la Dragonlance, libro 2: El Orbe de los Dragones
En El Orbe de los Dragones, la segunda novela de la trilogía Crónicas Perdidas de la Dragonlance, obra de Margaret Weis y Tracy Hickman, los autores mantienen la misma intención que en la novela anterior, El Mazo de Kharas, que no es otra que rellenar algunos huecos que quedaron pendientes durante las Crónicas de la Dragonlance, debido a la extensión de dicha trilogía. En esta ocasión son Laurana y Kitiara quienes llevan el peso de una historia que gira en todo momento en torno a ellas, pero en la que también juego un papel fundamental el Orbe de los Dragones que da título al libro.
En el caso de Kitiara Uth Matar, Señora del Dragón al servicio de la Reina de la Oscuridad, asistimos a lo que le pasó mientras sus viejos amigos, los Compañeros, vivían sus propias aventuras, narradas en las Crónicas de la Dragonlance. La historia de Kitiara queda estrechamente relacionada tanto con Laurana, su rival por el amor de Tanis el Semielfo, como con la búsqueda del Orbe de los Dragones oculto en el Muro de Hielo. Todo esto, sin embargo, resulta más forzado de lo que cabría esperar, sobre todo en lo referente a la obsesión que manifiesta la guerrera respecto a Laurana, forzado al extremo de que tanto ella como su dragón hacen comentarios en alusión a que no se comporta como ella misma y a lo mucho que le está trastornando la existencia de la elfa. Kitiara, un personaje interesante y atractivo que siempre ha destacado por su independencia y por su enorme fuerza de voluntad, se ve arrastrada por los celos y por la obsesión que le genera una mujer a la que no conoce, todo a causa del amor de un hombre al que no ha visto en los últimos cinco años. Tanto es así que pone en riesgo todo aquello por lo que ha estado luchando y la búsqueda de poder que siempre ha caracterizado al personaje. Esto, inverosímil y forzado, hace que Kit pierda gran parte de su atractivo, y que la trama relacionada con ella resulte forzada y poco creíble, justificada tan solo por cuestiones de guión, por así decirlo.
Muy diferente resulta el caso de Laurana. La parte de la historia que aparece protagonizada por la elfa, lejos de parecer forzada resuelve de forma sencilla y fluida algunas lagunas que quedaron en las Crónicas de la Dragonlance, tales como la participación de los caballeros de Solamnia en la búsqueda del Orbe de los Dragones, todo lo relacionado con el rescate de los Compañeros después de que fuesen arrestados en Tarsis, cómo y por qué ayudó Tas a encontrar el rastro del artefacto mágico y los motivos que hacen que Derek y los otros caballeros, quienes adquieren en este libro una profundidad de la que carecían en la obra original, participen en la búsqueda del Orbe de los Dragones. Se narra además lo acontecido en el enfrentamiento con Feal-Thas, el Señor del Dragón al que deben arrebatar el artefacto, y somos testigos de lo sucedido en el Muro de Hielo, a donde viajan Laurana, Sturm, Flint, Tas, Gilthanas y los caballeros de Solamnia. Lo más destacado, sin embargo, probablemente sea que, a diferencia de lo que sucede en las Crónicas de la Dragonlance, asistimos a una evolución más sosegada por parte de Laurana en su evolución de chiquilla malcriada a la sabia y fuerte mujer que dirigió a los caballeros de Solamnia en la lucha contra las tinieblas.
El Orbe de los Dragones probablemente sea el más flojo de los tres libros de las Crónicas Perdidas, debido principalmente a la parte de la historia relacionada con Kitiara, aunque también a que, mientras que en El Mazo de Kharas se nos cuenta una historia completa insertada en los acontecimientos de las Crónicas de la Dragonlance, El Orbe de los Dragones, excepto quizás la parte del enfrentamiento con Feal-Thas, más bien parece relleno innecesario que sirve como complemento de otros sucesos de la trilogía original, pero que tiene poco interés por sí mismo. Llegados a este punto, solo nos falta ver qué nos tiene reservado el tercer libro, La Torre de Wayreth.
JOAQUÍN SANJUÁN